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SOBRE PARA PENSAR LA POLÍTICA DE LUIS SALAZAR CARRIÓN*

Isonomía. Revista de Teoría y Filosofía del Derecho, núm. 23, 2005

Instituto Tecnológico Autónomo de México

Pedro Salazar

Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, México

Recibido: 22 Junio 2005

Aceptado: 01 Julio 2005

I.

¿Cuántas veces los estudiosos de la filosofía política han recorrido el camino de los pensadores clásicos?; ¿cuántos libros conocemos en los que la historia de las ideas y la historia del pensamiento político hayan sido reconstruidas para orientar al lector en el difícil e intrincado mapa de la política y de lo político? Ahorro el camino a la respuesta: muchas veces y muchos libros. En Para pensar la política, Luis Salazar lo hace de nuevo pero, dentro de los márgenes que el rigor y la inteligencia permiten, logra colocar al lector en miradores distintos, convocar a una reflexión renovada y provocar una relectura seria del pensamiento de los clásicos. Salazar lee y analiza el pensamiento de Platón, Aristóteles, Maquiavelo, Hobbes, Locke y Rousseau y nos ofrece claves de interpretación originales que invitan a la reflexión y, sobre todo, a la relectura de sus obras. Pero la propuesta del libro, como el propio autor advierte en la introducción, no se agota en la reconstrucción sistemática del pensamiento de estos filósofos sino que se orienta a recuperar sus lecciones (comprender sus argumentos) y las lecciones de la experiencia histórica "para poder estar en condiciones de abordar los debates teóricos contemporáneos" (p. 11). Ahí reside la principal virtud del libro: es un verdadero instrumento para 'pensar la política' de ayer, de hoy y de mañana desde el balcón privilegiado que ofrecen las lecciones de los clásicos.

II. Salazar elige una de las muchas rutas posibles, la que va desde Platón hasta Rousseau para reconstruir el largo tramo de ideas que lleva desde la Grecia clásica hasta la modernidad y nos adelanta que, en el futuro, espera abordar un segundo itinerario en el que analizará las ideas de Kant, de Hegel, de Marx y de Weber. De esta manera terminará reconstruyendo, a partir de algunos de los autores que cuentan, el mapa de los conceptos y los problemas que, desde el 'poder de la razón', caracterizan, enmarcan y acompañan a las 'razones del poder'. Pero, además, entremezclando la teoría con la historia, Salazar, brinda una lección de filosofía política al mismo tiempo que estudia a los filósofos de la política. En ello reside otra de las bondades del libro: no es una recopilación monográfica de los autores y de sus obras sino que es una lectura crítica, reflexiva y enterada que presenta a los clásicos pero que también los discute, los disecciona, los exhibe. Lo que leemos, en primer plano, es a Luis Salazar que, a su vez, (re)lee a los autores con un método, me atrevería a decir bobbiano, riguroso y constante. De hecho, cada uno de los capítulos del libro —dedicados a los diferentes autores— está construido con simetría y, por lo mismo, aunque es posible leer cada capítulo por separado, el libro aparece como un conjunto armónico y coherente en el que cada una de las partes ensambla con el resto. El lector que desee adentrarse solamente en el pensamiento de uno de los autores puede hacerlo pero para pensar la política, parece sugerir el autor, es conveniente recorrer el libro completo porque existe una trama horizontal que encadena teorías e ilumina contextos.

III. El libro comienza con un capítulo que no tiene desperdicio y en el que Salazar se pregunta "¿Qué es la filosofía política?" y en el que, entre otras cuestiones, enfrenta la necesaria relación, el diálogo fructífero, que debe existir entre la filosofía política y la ciencia política. Al hacerlo, el autor declara la sobriedad rigurosa de su método: "En ambos casos —el filosófico y el científico— parece indispensable dejar atrás las ideas grandilocuentes y prepotentes de la filosofía y de la ciencia, si queremos ya no sólo asumir 'la lección de los clásicos' sino la lección de la historia, y si queremos coadyuvar en el esfuerzo interminable de pensar y entender racionalmente una historia y un mundo cuya complejidad superará siempre nuestras siempre limitadas capacidades intelectuales, reconociendo con Sócrates que el primer paso para aprender es saber (y reconocer) que no sabemos, y con Bobbio que mientras más sabemos, más sabemos que es mucho más lo que no sabemos" (p. 31). Esa convicción, además de ser una invitación, marca el ritmo de las reflexiones contenidas en los capítulos subsiguientes.

Los capítulos II y III están dedicados, respectivamente, al pensamiento de Platón y de Aristóteles. En ellos, Salazar, ubica en su contexto las ideas de ambos autores y desentraña de sus obras los elementos que los convierten en los fundadores de la filosofía política como proyecto teórico. El análisis que ofrece del contenido y originalidad del Gorgias de Platón, identificado por Luis Salazar como "una acta de nacimiento de la filosofía política como disciplina específica" (p. 50) es una brújula admirable para ubicarse en el pensamiento de Platón pero también en el vasto campo de los problemas de la política en su dimensión filosófica. Pero además es una explicación de las causas que originan el surgimiento de la filosofía política y que, como nos recuerda Salazar, son altamente significativas: "La filosofía política surge, pues, como una reacción, como una respuesta frente a las injusticias, violencias y conflictos que predominaban en la polis ateniense" (p. 67). Este hecho es aun más evidente cuando Salazar se adentra en el pensamiento aristotélico que se alimenta, de una manera clara y directa, "de una preocupación por la fragilidad y por la inestabilidad de las polis realmente existentes, y por su correlativa debilidad frente a los amenazadores imperios bárbaros". De ese capítulo, que respeta la complejidad del pensamiento aristotélico, a la vez que lo hace amable y accesible, conviene destacar la reconstrucción puntual del paradigma organicista —del orden social concebido como un ente natural que evoluciona, con sus jerarquías inevitables— que Aristóteles diseñó y que reaparece con insistencia en la historia de la filosofía política hasta nuestros días. Como advierte Salazar "apenas es posible exagerar la importancia histórica y teórica de esta noción y de este ideal de la política y del poder político" (p. 87). Lo mismo vale para la teoría de las formas de gobierno aristotélica —de la que Luis Salazar ofrece una meticulosa reconstrucción— que no ha perdido ni utilidad, ni vigencia.

El capítulo IV contiene un intermezzo imprescindible: "El eclipse medieval de la filosofía política". El contenido de esas treinta páginas es digno de celebrarse. Salazar va mucho más allá de una somera reconstrucción de las causas que ayudan a explicar ese eclipse temporal en la historia de las ideas y del pensamiento político y ofrece una inteligente disertación laica del surgimiento del "cristianismo como fenómeno histórico" (p. 109). Salazar explica con agudeza que "el verdadero fundador del cristianismo como religión universal, como mensaje de salvación dirigido a todos los seres humanos —tanto judíos como gentiles— fue más bien la obra de un discípulo tardío, de un converso que jamás conoció, en persona a Jesús, Saulo de Tarso" (p. 112) y reconstruye los resortes conceptuales de ese mensaje y su impronta fundamental para la historia de la filosofía política. Recuperando una idea de Borges en la que define al cristianismo como "imaginaciones hebreas supeditadas a Platón y Aristóteles" y reconstruyendo someramente el pensamiento de San Agustín, Salazar, argumenta cómo es que "el cristianismo y su hegemonía, que darán paso a la Edad Media, suponen en efecto el fin de la primacía clásica de la política, como esfera superior de la vida humana. Y suponen igualmente el fin de la filosofía como forma de vida independiente y estrictamente racional" (p. 124). Las pocas páginas dedicadas a Santo Tomás de Aquino con las que concluye el capítulo son el colofón indispensable para redondear esta aguda tesis y para trazar las coordenadas que caracterizarán al iusnaturalismo tradicional, premoderno, comunitario.

En el centro del libro, capítulo V, emerge la figura de Maquiavelo y del nacimiento del pensamiento político moderno. El texto transmite la impresión de que Salazar siente una particularidad afección por el pensamiento maquiavélico aunque no comparta necesariamente todas sus coordenadas. La reseña analítica de las ideas clave de De principatibus, la descripción del republicanismo de Maquiavelo y, sobre todo, el análisis de su realismo muestran al Salazar más desencantado pero también más lúcido y agudo. Me limito a recuperar algunas de las reflexiones que cierran el capítulo: "La política es dura, la política es difícil, la política es cosa seria, y sus imperativas son irreductibles a los de la moral y a los de la religión. El que quiera salvar su alma, el que busque la santidad, el que no soporte la maldad y la conflictividad de los seres humanos, bien hará en no comprometerse políticamente. No porque, como a veces se dice, la política sea ajena u opuesta a los valores, sino precisamente porque es un esfuerzo por afirmar ciertos valores en contra de otros valores y en contra de la tenaz resistencia de una realidad áspera, compleja e incluso traicionera". (p. 173). Y poco más adelante: "(la lección de Maquiavelo seguirá vigente) mientras la política siga siendo, para pesar de todos los espíritus utópicos, románticos o incluso cursis y de todos los que pretenden hacer política 'contra' la política, lucha por el poder, lucha por conquistar, distribuir, organizar, ejercer o resistir al poder". Una lección de Salazar, a partir de las lecciones de Maquiavelo, que no tiene desperdicio. Los capítulos VI, VII y VIII están dedicados, sucesivamente, a las teorías de Hobbes, Locke y Rousseau. Su construcción, nuevamente, es impecable. En los tres casos se trata de capítulos exhaustivos, rigurosos y críticos que van al fondo del pensamiento de cada uno de los autores con la finalidad de identificar sus resortes e identificar sus lagunas. Además estos capítulos están elaborados como tres piezas de una misma sinfonía en donde el contraste y la comparación dicen tanto como la descripción puntual y el análisis estricto. En los tres apartados, Salazar, nos ofrece una visión de conjunto del pensamiento de los tres contractualistas y no solamente una revisión de sus obras políticas más conocidas. De esta forma es posible entender sus convicciones de fondo y comparar, más allá de las coordenadas de sus respectivos modelos teóricos, sus visiones de la naturaleza humana individual y del mundo social en su conjunto. Los conocedores de las obras de los iusnaturalistas modernos reconocerán muchas de las coordenadas de análisis que ya han sido utilizadas para reconstruir su pensamiento pero también podrán identificar propuestas de análisis innovadoras, juicios críticos originales y observaciones desmitificadoras. Para los legos, en cambio, estos tres capítulos ofrecen una introducción ideal para el pensamiento de los contractualistas porque, además de abarcar todos los aspectos relevantes de sus teorías, Salazar, no cae en la tentación de simplificar lo que no debe simplificarse pero tampoco reproduce la odiosa tendencia de algunos intelectuales a incrementar la complejidad de lo difícil y a pontificar pretendiendo conocer la esencia del proyecto filosófico de los clásicos. Salazar sabe que "podremos descubrir (...) interpretaciones más o menos rigurosas de los textos clásicos; pero será absolutamente inútil pretender encontrar 'lo que verdaderamente dijo' Platón, Aristóteles, Hobbes. Esto es, entre otras cosas, lo que los distingue tanto de los teólogos (...) como de los científicos en sentido estricto." (p. 375).

Para pensar la política es un libro para leer con cuidado y para tenerlo al alcance de la mano; es un libro útil para enseñar y para seguir aprendiendo; es, simplemente, un trabajo serio y riguroso. Es un libro que nos recuerda que "así como la política es en esencia conflicto, no necesariamente guerra, es necesario reconocer que la filosofía es esencialmente discusión abierta". Y que "es un magno error filosófico suponer que existe algo así como la única filosofía verdadera, la única filosofía que vale la pena conocer e investigar. Siendo esencialmente un debate, siendo una discusión doblemente milenaria, ignorar a los adversarios, no estudiar sino aquellos con los que compartimos valores y perspectivas, es la mejor manera de no comprender nada de lo que realmente es la filosofía política y de lo que realmente significan los clásicos" (p. 376). Es un libro, en síntesis, que sirve para seguir pensando.

Notas

* Luis Salazar Carrión, Para pensar la política, Universidad Autónoma Metropolitana, 2004, pp. 388

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